martes, 9 de septiembre de 2008

Un ramo de margaritas

Después del último ligero e interesantísimo post de Supernena sobre cómo hacer magdalenas en el nuevo acelerador de partículas (me estoy jugando dormir en el sofá), voy a esforzarme para ser lo más breve posible.
Como ya sabéis, el fin de semana pasado hicimos una maratón y nos recorrimos los estados de Utah, Colorado, Nuevo México y parte de Arizona. Y porque se nos acabó la gasolina, que si no , oye, nos hubiéramos pasado por Ecuador, la Guyana francesa y Argentina. ¡Ahora que estamos al lado...!
El viaje además de dejarnos el alma sobrecogida por tanta belleza, también nos ha dejado tres vértebras acuñadas, una luxación de tobillo (lo que tiene relación con acumular warnings de Rangers), sendas lumbalgias de órdago, una atrofia de cadera y un número indeterminado (aunque elevado) de contracturas musculares. Así pues, y dado que nuestra condición física tras tanto viaje y tantas horas de coche era mucho peor que la de los octogenarios que pueblan Los Alamos, decidimos que este fin de semana debíamos tomárnoslo con un poquito más de calma y dedicarnos a los alrededores.
Y nos fuimos a los alrededores, más concretamente a 110 km de los alrededores, a una ciudad que se llama Taos y que reúne tres encantos, a saber: el propio pueblo, el Pueblo de Taos (que no es el propio pueblo sino el pueblo del Pueblo de Taos, es decir, el pueblo de la tribu Pueblo de Taos) y un bar con música en directo y los mejores margaritas de este lado del Río Grande.

Supernena, rebelde sin causa, a bordo del discretito coche de alquiler
dispuesta a quemar millas.

Nuestra primera parada, Taos, un pequeñito pueblo (en dimensiones europeas) al norte de Los Alamos, plagado de galerías de arte y ex-hippies en la cincuentena y... agárrense los refajos... ¡bonito!

Calle de Taos con sabor (rara avis por estos lares)

Un poquito más de sabor

Hasta el hotelito tenía su encanto.

Y este ¿qué dieta seguirá?

Y sorpresa adicional, está lleno de perrillos de las praderas.

Los nuevos amigos de Supernena

Así que Supernena se pasó horas corriendo de un lado a otro, cámara en mano, persiguiendo a los aterrados animalitos. Cuando me la encontré dentro de un agujero, asomando la cabeza tímidamente y moviendo los bigotes graciosamente, decidí que la relación con sus nuevos amigos había ido suficientemente lejos y me la llevé al Adobe Bar (el bonito bar en Taos, con música en directo y con los mejores margaritas de este lado del Río Grande del que hablaba al principio).

De esta parte casi mejor no ponemos fotos, porque aunque no lo parezca nos queda algo de amor propio. Sólo diré que ahora en Taos ya conocen el "Asturias patria querida".

A la mañana siguiente, con cierta pesadez etílica, nos encaminamos al poblado de la tribu india Pueblo de Taos. Tras dejar atrás el casino indio, llegamos a este poblado tradicional con construcciones de adobe, tiendas de artesanía y muchos turistas.
En el poblado vive poca gente, los miembros de la tribu, que aunque son indios no son tontos, prefieren vivir en ciudades cercanas, con un nivel de comodidad, digamos que, algo mayor (luz y agua corriente, al menos). Aunque en fechas señaladas vuelven al poblado.
Cuando llegamos nosotros, había un montón de indios preparando el pueblo y las casas para la próxima festividad de San Gerónimo: limpiar las casas, preparar los hornos, recubrir con adobe las paredes (una ventaja adicional de vivir en una casa de adobe es que no hay manera de aburrirse, tienes que recubrirla con adobe al menos 2 veces al año) y en general, todas aquellas actividades que le dan lustro y esplendor a un poblado indio y que no voy a describir, porque todos sabemos a qué actividades me refiero.

Adobe Marina d'Or

Casitas indias con sus hornos indios a la puerta india.

Antigua iglesia y cementerio indio, recuerdo de la represión estadounidense.
Estamos pensando en hacernos un chaletito encima...


Indígenas a la par que orgullosos americanos.
¿Esquizofrenia?

Iglesia de San Gerónimo.
Está en la misma plaza donde bailan pintados y le rezan al espíritu del Sol.
Desde luego, algún tipo de trastorno de identidad deben tener.


Supernena imbuida del entorno,
camino del río para lavarme el tocado de plumas
"La que quiera coger peces, que se moje el tralará...
"

El pueblo nos gustó mucho, pero nos dejó un regustillo agridulce. Salimos con una cierta impresión de haber presenciado un entretenimiento de feria. Esta gente te vende por 10 dólares (lo que cuesta la entrada al pueblo) lo que ellos consideran su legado más sagrado, lo cual resulta algo triste. Aunque por otro lado, es una manera (junto al casino y la venta de tabaco sin impuestos) de subvencionar una escuela y sanidad pública.
Y con estas ideas dando vueltas en la cabeza de Supernena y haciendo eco en la mía, cogimos el coche y nos encaminamos a Santa Fe. Y ¡sorpresa!

"Saca el güisqui Cheli para el personal..."

¡Pero qué de gente, madre!

¡Fiestas de Santa Fe! No habíamos visto tanta gente en un mismo lugar desde que salimos del aeropuerto de Washington. ¡Qué de emociones! Ellos con sus sombreros de cowboy, ellas con sus mostachos chicanos, los pequeños correteando por la plaza persiguiendo a los niños más blanquitos. Comida por todas partes. Perritos calientes fritos, nubes de algodón fritas, muslos de pavo fritos, manzanas caramelizadas fritas..... ¡Un auténtico banquete gastronómico! Y mariachis, muchos mariachis, muchos pero que muchos mariachis y bailes tradicionales estadounidenses como los corridos de Zacatecas, el son de Jalisco y las chapanecas de Chiapas

Como una jota pero enseñando las enaguas.

Niña blanca con moña a lo SS
demostrando que puede ser tan mexicana como cualquiera.

Y con tanta animación, tanta música y tanto mover el bullate (que no se exactamente qué es, pero como lo movíamos todo, pues supongo que también lo movimos) nos entró hambre, y siguiendo los sabios consejos de El Molero nos fuimos a comer.

"Pansa llena, corazón contento"
El Molero

Frugal tentempié en el Tomasitas:
tamales, burritos, fajitas, carnitas Antonitos, guacamole,
totopos, sopaipillas con miel y chili, mucho chili....

Tres camiones como este fueron necesarios para elaborar la comida.
¡Vivan las almorranas!

Apunte gastronómico:
La cocina Nuevo Mexicana es exactamente igual a la comida Mexicana, con la única salvedad de que aquí a todo le ponen, además del chili rojo, chili verde. Y por extensión cualquier alimento de cualquier otra cocina internacional, con un chili verde encima pasaría inmediatamente a los anales de la Nueva Cocina Nuevo Mexicana.
Pongamos un par de ejemplos prácticos: un plato de burritos, típicamente Mexicano, le agregas un par de chilis verdes y ¡voilà! ya es Nuevo Mexicano. Así de fácil. Pero por si todavía no has captado la sutileza del proceso, aquí va el otro ejemplo. La paella del domingo de tu abuela, nada menos sospechoso de no ser Nuevo Mexicano. Pues te equivocas. Le pones un par de chilis verdes por encima y ya lo tienes... un plato que perfectamente podrías encontrar en cualquier cocina de Roswell o Alamogordo. No me negaréis lo evolucionadísima que está esta gente en cuestión de pucheros.

Con la panza llena y un aliento capaz de abrasar 1000 hectáreas de bosque amazónico, nos fuimos a ver dos antiguos pueblos mineros del sur de Santa Fe y actualmente pueblos fantasma: Cerrillos y Madrid.

Casa de Cerrillos.
Una amable abuela sin ojos en la cuencas nos saludaba de la ventana del piso superior.

Animada tienda en Cerrillos.
El simpático tendero decapitado mascando tabaco en el porche.

Buzones en Madrid.
O los fantasmas reciben correo, o este pueblo no es tan fantasma.


¡Dios! ¡No! ¡No son fantasmas! ¡Son artistas hippies! ¡Qué miedo!
"Mama quiero ser artista..."


El domingo, agotados como perros y con las tripas rugiendo y acordándose de la madre que parió a la cocina Nuevo Mexicana y al p*** chili verde, decidimos dedicarnos a la actividad que más nos gusta. Y no, no es dormir. Y no, tampoco es la cerveza. Ni tampoco es comer. Y no, no es lo otro. Sino irnos a bañarnos a manantiales calientes en mitad del monte a 2800 metros de altura.

Vistas desde el agua.

Hipoman reposando en una piedra.

Y estando en medio de la nada, alejados del mundanal ruido y como dos bolsitas de te, nos encontamos a una pareja de Albuquerque, y hablando hablando... ¿De dónde sois? De España, Europa. ¿¡Sí!? ¿De dónde exactamente? De Valencia. ¿¿¡¡De Valencia!!?? Pues la novia de nuestro hijo está allí ahora estudiando. ¡Qué casualidad! ¿Y qué tal Valencia?¿Y cómo es?..... Pues bien, la cosa de las coincidencias no acaba ahí, no. Al día siguiente, al hablar Supernena con un amigo de Valencia (hola Willy), este le dice que su compañera de piso le ha dicho que los padres de su novio le han dicho que se encontraron ayer a una chica de Valencia que les dijo que estaba haciendo el doctorado en física en Los Álamos.... ¡Este mundo es un pañuelo!... ¡Si es que no semos naidie!...
Ahora el problema lo tenemos nosotros, porque no hay manera de quitárnoslos de encima e insisten en que vayamos a cenar con ellos el último fin de semana de septiembre, que su hijo, a la sazón capitán del equipo de hockey, tiene un partido ese finde y que vayamos a verlo y nos quedemos en su casa ¡Tengo miedo!

Y colorín, colorado otro fin de semana que se ha acabado.

Ahora a esperar pacientemente a que la avanzadilla campaní en los USA venga a visitarnos el próximo finde semana.

3 comentarios:

Joel Jones Pérez. dijo...

Miedo???

También te dio miedo cuando los invité a comer Ají de Gallina???

(Porque deberían haberlo tenido, eh)

hellhull dijo...

Ají de gallina....¡qué rico!

También tuvimos miedo, pero se nos pasó al segundo trago de pisco sour.

Anónimo dijo...

Jo, anda que os va a dar una penita dejar todo eso y volveros...
tendreis que pedir prorroga!!!